miércoles, 2 de septiembre de 2009

POSICIONAMIENTO DEL DIPUTADO PORFIRIO MUÑOZ LEDO A NOMBRE DEL GRUPO PARLAMENTARIO DEL PT


POSICIONAMIENTO

del diputado Porfirio Muñoz Ledo,

a nombre del grupo parlamentario del Partido del Trabajo1º de septiembre de 2009


Ciudadano Presidente:


Me permito recordarle que en un Parlamento las decisiones no se imponen: se debaten. Y que, conforme al artículo 58 del reglamento, debió haber concedido la palabra al diputado que lo solicitó y abrir la lista de oradores, en pro y en contra de la propuesta que la mesa presentó.


Honorable Congreso de la Unión,

Ciudadanas y ciudadanos:


Expreso mi respeto por todos los legisladores, con independencia de lo que cada uno representa y de la calidad de los procedimientos electorales que los trajeron a este recinto. Hago votos porque seamos dignos de una encomienda histórica.


Hace doce años este fue el epicentro de una democracia naciente. La inconsistencia de los gobernantes, cuando no la traición, condujo a la postración del Estado frente a la oligarquía, a la pérdida de su jurisdicción sobre el territorio y a una agonía económica terminal.


El poder legislativo se ha hecho cómplice en ocasiones de esta tragedia, por acción o por omisión. Fue incapaz de remodelar el marco institucional y concretar el equilibrio de poderes en rendición de cuentas para abolir las ignominias del pasado. A veces ha encubierto y compartido una corrupción desaforada.


Entonces abolimos la hegemonía de un solo partido. Hoy no podríamos consentir su restauración clandestina. Jamás acertamos a reconducir el país por una vía de progreso y auténtica libertad. Pactos secretos descarrilaron la transición, ahondaron la desigualdad e instalaron la supremacía del crimen, el mercantilismo y la desvergüenza.


A despecho de los oropeles, nos precipitamos en la pendiente de un Estado fallido. Irrefutables índices lo demuestran. La ausencia del Ejecutivo, a más de ser un desacato constitucional, evidencia el divorcio de los poderes y el colapso del régimen presidencial. La capacidad remanente de decisión se ha trasladado al Congreso. Habremos de ejercerla con celeridad responsable.


Enormes tareas nos aguardan. Primero: la reconstrucción de la República. El Estado laico es la garantía de nuestras libertades; debemos preservarlo con arrojo y perseverancia. Disponemos de una masa crítica de propuestas, culpablemente abandonadas, que permitirían la reforma cabal de las instituciones. Si volviésemos a fallar, habríamos de convocar a una Asamblea Constituyente.


La distorsión del sistema representativo nos impone restituir el poder a la sociedad. Sanear los organismos y procesos electorales e instaurar el debate político y la información objetiva como ejes de la vida democrática. Atajar en definitiva los abusos y contubernios de los imperios mediáticos.


Perdamos el miedo al lobo feroz. Establezcamos en la Constitución una entidad autónoma que democratice las concesiones de Radio y Televisión y regule sus contenidos conforme a los valores e intereses del país. Sólo la creación de ciudadanía y la práctica de una democracia directa podrían disuadir revueltas incontenibles.


El referendo, el plebiscito, la iniciativa popular, la contraloría social y la revocación de mandato han sido consagrados en ordenamientos estatales. Es urgente implantarlos a nivel nacional. De igual modo, la revisión del pacto federal, las atribuciones soberanas de los municipios y el pleno respeto a las potestades originales de los pueblos indios.


Innumerable es la lista de pendientes: la creación de un Tribunal Constitucional, la autonomía del ministerio público y la Auditoría superior de la federación, la Constitución del Distrito Federal y el remozamiento de la impartición de justicia. Lo esencial es la implantación del Estado de derecho y el término de una cadena intolerable de impunidades.


Asistimos al naufragio del orden jurídico. Acteal somos todos y los niños calcinados son nuestros. Estamos atrapados en un estado de sitio, hipócrita y mortífero. El gobierno reproduce la delincuencia para compensar vacíos de legitimidad. Se empeña en una guerra perdida, corrompe la función del Ejército y condona los delitos cometidos desde las altas esferas del poder.


Trastoca nuestra insigne tradición internacional por un papel de gatilleros mendicantes. Renuncia a nuestro derecho de replantear el Tratado de Libre Comercio, o denunciarlo, en aras de una supeditación económica y estratégica que apenas aplazaría el último estertor.


Los vientos en América Latina soplan a favor del cambio. En el planeta, por una globalidad más justa y en los países emergentes por espacios combinados de autonomía y realización. Quienes nunca obedecieron el dogma han resistido la intemperie. Sólo México adolece, por desgracia, de proyecto y se ha desvanecido en la competencia mundial.


La caída de la economía es vertiginosa e irrefrenable. No se trata de un agujero fiscal, sino de un hoyo negro en la producción y en la moral pública.


Mal haríamos en mercadear nuevos impuestos a cambio de baratijas presupuestales. El reto es la clausura del ciclo neoliberal y la instauración de un nuevo modelo de desarrollo.


Hemos adelantado una propuesta alternativa y lo haremos en todos los asuntos. No nos degradaremos en arreglos subterráneos. Encarnamos la oposición a un bloque retrógrada. Respondemos al mandato de un vasto movimiento social. El Partido del Trabajo y las izquierdas consecuentes no sabrán defraudarlo.


El dinero hay que tomarlo donde abunda, no arrebatarlo a los desposeídos y negarlo a los braceros, sino a las grandes empresas que eluden los impuestos, a la banca desnacionalizada, a la alta burocracia que ofende a la sociedad y a los fondos ociosos de las arcas públicas. Empecemos por nuestra propia casa: reduzcamos sus concupiscencias y votemos con transparencia nuestras prerrogativas.


La reforma hacendaria es integral: reparto equitativo de fuentes tributarias entre los componentes de la federación, restitución a los municipios de competencias irrenunciables, administración estricta de las cobranzas, supresión de excesos y redundancias, reorientación del gasto por prioridades y sanciones ejemplares a los depredadores del erario.


El salvamento comprende la reordenación del sistema bancario y financiero, la reinvención de la infraestructura, el impulso a la agricultura y el despliegue industrial, el ensanchamiento del mercado interno, el combate a los monopolios, la defensa y transformación de los hidrocarburos y recursos primarios, la reconversión energética, la sociedad del conocimiento y las alianzas estratégicas transversales.


México demanda un nuevo pacto social. Revertir la despoblación migratoria por el empleo formal, el salario en ascenso, la libertad sindical, la exigibilidad de los derechos a la salud, la vivienda, la alimentación, las pensiones y el bienestar; la incorporación de los marginados, la equidad de los géneros, la asunción de la diversidad y la educación universal, verdadera y redentora.


Sobreviviremos por el valor agregado de la ciencia y la tecnología, la recuperación de nuestro patrimonio físico y cultural y la defensa vital de la naturaleza. Dejaremos un legado responsable a nuestros hijos por la voluntad de confrontar la desintegración nacional y clausurar la inercia ancestral de la sumisión.


Compañeros legisladores:


El informe no fue recibido como la ley manda. Todas las constituciones de nuestra historia indican la presencia del Ejecutivo. Su texto seguramente exudará cinismo y será irrelevante. Los saldos de la administración son todos negativos. Un número de muertos equivalente al de Irak y una proporción de miserables y potentados sin paralelo sobre la tierra.


Increpar aquí, los días que vienen, a los actores subordinados del desastre sería estéril. Mejor instaurar una profunda reflexión colectiva sobre las causas de la decadencia y sus posibles soluciones; si las hay todavía.


Esta debiera ser el ágora del futuro, abierta a la pluralidad genuina del pensamiento. En modo alguno la pista de infértiles futurismos, personales o regionales. Una clase dirigente ha periclitado. Propiciemos su reemplazo, de cara a la juventud y a un mundo desafiante de amenazas y promesas.


Cancelar la esquizofrenia política: el Estado carece de Poder, el Ejecutivo de liderazgo, el Congreso de competencias y el ciudadano de representación eficaz. Vivimos un parlamentarismo de hecho que no acabamos de plasmar en la Ley. Para comenzar la reparación de los entuertos, en vez de una abdicación subrepticia, comencemos por la dimisión formal de quien ostenta la investidura presidencial.


La Constitución prevé, en ese caso, la formación de un gobierno de mayoría, con capacidad suficiente de convocatoria para sortear la catástrofe, enderezar el rumbo y garantizar -mediante elecciones libres y pacíficas- la devolución del poder a su legítimo titular: el pueblo de México.


Conjurar la explosión social y abrir un tiempo nuevo en la historia, por el entierro de la simulación y el rescate del orgullo, la identidad y la grandeza nacionales. Un umbral, transitable y claro, de nuestras celebraciones centenarias.


Es todo.