La línea 12 del metro pasará muy cerca de mi casa.
Desde hace por lo menos 4 meses se sienten pequeños temblores a toda hora. La primera vez pensé que era uno más de los sismos de muy baja intensidad que frecuentemente se presentan en el Valle de México. Después, cuando me percaté de que los temblores iban y venían con gran frecuencia, pensé que podrían deberse al paso de vehículos pesados en la calle, además no eran como la mayoría de los sismos que nos llegan desde las costas de Guerrero o Oaxaca, de tipo oscilatorio, que nos hacen sentir que el piso se mueve al compás de un suave oleaje. Más bien se sienten como un muy leve sacudimiento de arriba a abajo, creo que estos movimientos son llamados de tipo trepidatorio.
Hasta después caí en cuenta de que tales mini-sismos se debían a la construcción de la línea 12 del metro. Imagino que varios metros debajo de la superficie los constructores utilizan gigantescos taladros para excavar los túneles por los que correrán los vagones naranjas de nuestro metro.
Luego, hace más o menos dos meses, la circulación vehicular en la avenida fue interrumpida, llegó maquinaria de construcción para excavar y un ejército de obreros acampó en la calle. Los trabajadores construyen día y noche lo que será una de las estaciones de la nueva línea. En un principio hubo cortes de los servicios de agua y energía eléctrica, pero una vez que cambiaron el cableado y la tubería todo marchó con normalidad.
Dijeron que las obras en ese lugar durarían 14 meses. Hay mucho polvo y el ruido de la maquinaria es incesante, pero es una obra muy importante para toda la ciudadanía, así que no tengo objeción alguna en soportar esos pequeños inconvenientes.
No creo que los comerciantes del lugar piensen lo mismo que yo. Creo que el polvo, el ruido y el cierre de la circulación ha alejado sensiblemente a los clientes habituales. Sólo algunos negocios han tenido la oportunidad de incrementar su clientela, por ejemplo, una estética otorga un precio especial a los albañiles que deseen cortarse el pelo, las fondas cercanas atienden a los ingenieros y técnicos, la panadería ahora vende cientos de teleras para los albañiles que hacen sus propias tortas, y las tiendas misceláneas también han incrementado las ventas de bebidas y latas de atún, entre otras cosas. Pero los comerciantes de otros giros ya no atienden ni a una mosca. Espero que dentro del presupuesto de la obra el gobierno haya contemplado otorgar una compensación a los comerciantes afectados.
Me repito mil veces para convencerme: "Sí, es molesto vivir en una ciudad en obra, pero el beneficio es grande y para todos. A todos nos beneficia una línea más de transporte público y se crean miles de empleos en medio de esta aciaga crisis. Es bueno vivir en esta ciudad de la esperanza y en movimiento."
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