Existe una bibliotecaria de ojos brillantes y sonrisa pícara.
Hace unos días, al ingresar a la biblioteca, percibí un fuerte olor a perfume. La fragancia no era nada fuera de lo común, sin embargo, no quise perder la oportunidad de hacer un cumplido a la dueña de esos ojos, quizá así refrescaría mi caluroso día con una de sus sonrisas:
- ¡Fulanita, qué rico perfume! No lo había notado hasta hoy.
Pero no obtuve una sonrisa por respuesta, más bien se trató de una aguda risilla burlona:
- Ji ji ji, no es mío. Es de mengano que vino a ponerse perfume y dejó todo oloroso.
Sólo alcancé a balbucear algo así:
- Ah, no sabía... pues qué pena... es que, con el calor... y el ventilador hacia acá... yo pensé...
Yo le regalé un sonrojo, y ahora sí, ella me dió su sonrisa.
Me fui apenado, pero contento.
Contento porque ella agregó un pilón a la sonrisa. En esta ocasión rubricó su regalo con un leve mordisco de labio inferior :)
Claro... ahora sé que también existen menganos que gustan de dejar sus aromas en la biblioteca. ¡Qué estudiosos! :/
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